sábado, 24 de marzo de 2012

OPINIONES: La religión y la visita papal a Cuba



El Pontífice es un Jefe de Estado, pero su viaje, en lo que respecta a su Iglesia, es de tipo religioso aunque con posibles repercusiones de otro tipo. En cuanto al gobierno, de corte secular y encabezado por personas no creyentes, es otro asunto. Esperar que sus objetivos sean religiosos sería perder el tiempo. En tal coyuntura, la Iglesia solo puede, además de lograr metas espirituales, intentar ganar mas espacio en la sociedad, lo cual puede conllevar un precio. 




Por Marcos Antonio Ramos


Los sucesos ocurridos en templos católicos de Cuba son difíciles de analizar a larga distancia y merecen un tratamiento profundo antes de emitir opiniones definitivas. Cierto grado de polémica es inevitable y algunos esperan su repetición. Para la jerarquía de una Iglesia, cuando incursiona en la vida pública, las críticas y los elogios son inevitables. Pero el juicio de la historia es quien se encarga de la opinión final. Detrás de lo acontecido está la primera visita del Papa Benedicto XVI a la América española que se extenderá a Cuba y México.

El Pontífice es un Jefe de Estado, pero su viaje, en lo que respecta a su Iglesia, es de tipo religioso aunque con posibles repercusiones de otro tipo. En cuanto al gobierno, de corte secular y encabezado por personas no creyentes, es otro asunto. Esperar que sus objetivos sean religiosos sería perder el tiempo. En tal coyuntura, la Iglesia solo puede, además de lograr metas espirituales, intentar ganar mas espacio en la sociedad, lo cual puede conllevar un precio.

La presencia de Juan Pablo II en Cuba en 1998 constituyó un acontecimiento histórico después de casi 40 años de gobierno comunista. Cambios a la Constitución, realizados en 1992, habían regresado al Estado Laico después de un largo período de ateísmo oficial, pero con el Papa en Cuba y su visita trasmitida a todo el país y promovida en un discurso con el que Fidel Castro invitó a la población y específicamente a sus partidarios a acudir a misas y actos programados, algunos esperaban toda una nueva era.

Los que habíamos seguido profesionalmente el acontecer religioso en Cuba, notábamos ciertos cambios en la política hacia la religión desde la década de 1980. En 1984 con la visita a Cuba del político norteamericano de confesión bautista, Reverendo Jesse Jackson ,y la presencia de Castro para encontrarse con él en un templo Metodista habanero, el gobierno daba ya a entender que las cosas podían cambiar, al menos hasta cierto punto, como se demostró con mayor claridad con el libro “Fidel y la Religión” del religioso brasilero Frei Betto, publicado poco después.

La década anterior a la visita de Juan Pablo II se caracterizó por modestas, pero visibles modificaciones a las restricciones a la actividad religiosa, adoptando normas algo más flexibles durante la década de 1990 que en los difíciles años sesenta y setenta, así como a principios de los ochenta. En Cuba todo está programado. Es más, los cambios realizados a partir de la visita del Romano Pontífice ya se habían planeado mucho tiempo antes de la llegada del egregio religioso. Lo mismo sucederá ahora con los resultados que pueda tener la visita de Benedicto XVI. Y esos detalles no solo afectaron, afectan y afectarán a la comunidad Católica sino que tienen algo que ver con el fenómeno religioso en general.

Lo que sí resalta claramente en los últimos meses es que el gobierno ha decidido acercarse como nunca antes a la Iglesia Católica a la vez que emite señales amistosas a otras comunidades, algunas de las cuales, como la Evangélica, han experimentado su mayor crecimiento numérico desde la fundación de la República. El Consejo de Iglesias de Cuba, que representa a un sector Protestante, ha dado oficialmente la bienvenida al Papa, esperando que contribuya a mejorar las relaciones interconfesionales.

El gobierno cubano necesita de la buena imagen que pudiera resultar de una visita papal, siempre desplegada por los medios internacionales. Es posible que se hagan públicas las decisiones de concesión de un mayor espacio a la Iglesia. Esta sería una buena oportunidad para el gobierno pues recibiría publicidad mundial. Como en el caso de Juan Pablo II, Benedicto XVI visitará Cuba, pero cualquier medida ha sido programada. No nos llamemos a engaño.

Allí no hay lugar para la improvisación, como tampoco para favorecer un factor emotivo causado por una homilía o declaración que pueda cambiar la historia política del país. Eso no sería tolerado y siempre se intentará reducirlo, si acaso se produce, a una escala menor, y siempre bajo control. Prevalece la organización hasta en los detalles, como el número aproximado de asistentes, el transporte y la publicidad.

Los artículos llueven sobre el progreso de la religión en Cuba. Todo eso es real, pero debe sujetarse a matices. En Cuba hay 4.5 millones de bautizados, las dos terceras partes de los cuales mantienen alguna relación, aunque sea nominal, con la tradicional Iglesia del país, la Católica Romana. Las Iglesias y confesiones cristianas no católicas agrupan a casi un millón de cubanos. De esa cifra el 80 por ciento son Protestantes o Evangélicos, con un crecimiento que no se detiene desde los años noventa, pues les resulta casi imposible acomodar a los fieles en sus templos, capillas y “casas culto”.

Un dato curioso, se publicó en Miami, con gran relieve, la inauguración del nuevo edificio de un seminario Católico en La Habana y no se hizo lo mismo con la construcción o restauración de escuelas teológicas protestantes, las cuales no son suficientes para acomodar a los nuevos seminaristas, gran parte de los cuales ejercían anteriormente profesiones universitarias. Alguien me decía, con algo de exageración, que en cierta confesión Protestante es difícil encontrar un pastor que no sea médico.

Algunos observadores prefieren destacar la religiosidad sincrética cubana, que pudiera atraer quizás a las dos terceras partes de la población, pero no se trata de una presencia institucional comparable. Aun así, Cuba es el país con menor actividad religiosa del continente americano y la asistencia dominical o de fin de semana (para incluir a los Adventistas del Séptimo Día que son numerosos en el país) no llega al millón de personas, menos del 9 por ciento de la población total. Cuba no es Polonia, tampoco México o Colombia. Es otro mundo.

Pero la religión, aunque sujeta a un alto grado de secularización y pluralismo, sigue siendo un fenómeno capaz de atraer atención internacional como lo demuestra esta visita papal y acontecimientos en otras tierras. Se escribe acerca del avance musulmán, pero el cristianismo continúa activo en casi todas partes. En Alemania, país que decide ahora y en gran parte el destino económico de Europa, un Pastor Evangélico de confesión Luterana se hizo cargo esta semana de la Presidencia de la República.

Se trata del Doctor Joachim Gauck, un héroe de la resistencia contra el régimen comunista de Alemania Oriental. Alemania cuenta ahora con un Papa y también con un clérigo como Presidente y la hija de un Pastor (Angela Merkel) como Jefe del Gobierno. La mayoría de los filósofos alemanes han sido hijos o nietos de Pastores Protestantes y la teología en lengua alemana prevalece en los estudios académicos de religión desde el siglo XVIII.

Los alemanes han aprendido lecciones de convivencia religiosa como sucedió después de la Guerra con un Konrad Adenauer (Católico) al frente del gobierno y un Ludwig Erhardt (Protestante) encabezando su política económica y alcanzando después la Jefatura del Gobierno. Y hasta en el Oriente se siente todavía la influencia del Cristianismo. La muerte del Papa Shenuda III, cabeza de la Iglesia Copta, principal confesión cristiana de Egipto y Etiopía atrajo atención internacional la pasada semana.

En la llamada Ilustración, Voltaire (formado como Católico) y Juan Jacobo Rousseau (formado como Calvinista) fueron símbolos de secularización y hasta de apostasía, pero el Dios de los cristianos sigue siendo todavía no sólo el de los pobres sin ilustración, sino también, como en un título de Régis Jolivet: “El Dios de los Filósofos y los Sabios”. Y es el Señor de la Historia y de las Naciones. Y nos recuerda un himno: “Tronos y coronas pueden perecer. De Jesús la Iglesia, constante ha de ser”.

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